Creces,
experimentas, aprendes, crees saber cómo funcionan las cosas, estás
convencido de haber encontrado la clave que te permitirá entender y
enfrentarte a todo. Pero después, cuando menos te lo esperas, cuando el
equilibrio parece perfecto, cuando crees haber dado todas las
respuestas o, al menos, la mayor parte de ellas, surge una nueva
adivinanza. Y no sabes qué responder. Te pilla por sorpresa. Lo único
que consigues entender es que el amor no te pertenece, que es ese mágico
momento en que dos personas deciden a la vez vivir, saborear a fondo
las cosas, soñando, cantando en el alma, sintiéndose ligeras y únicas.
Sin posibilidad de razonar demasiado. Hasta que ambas lo deseen. Hasta
que una de las dos se marche. Y no habrá manera, hechos o palabras que
puedan hacer entrar en razón al otro. Porque el amor no responde a
razones...
Federico Moccia - Perdona pero quiero casarme contigo
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