Cuarenta y tres días después

Hace 43 días me senté en mi cama porque alguien importante me acababa de dejar y no sabía como me sentía. Solo podía llorar y pensar que iba a tardar una eternidad en olvidarle. El último mes y medio que ha pasado solo han sido lloros y todas esas cosas que al fin y al cabo hacemos cuando estamos así, solo veía que mis sentimientos no cambiaban y que estaba loca por él. ¿Sabéis esa sensación que se os queda después de haber conocido a alguien, haber estado un tiempo a su lado y que al acabar parece que no ha pasado nada? Pues sí, he vivido con ella durante días, pero también he sentido que esa misma persona va a seguir dentro de mí mucho mucho tiempo. Siempre he dicho que escribo para desahogarme cuando me siento mal, cuando no veo solución a algo. Pero el otro día escuché las palabras que más me han abierto los ojos desde entonces: Si existe una palabra para describir esto: es amor. Estoy enamorada de él, ¿vale? Si buscas una palabra que signifique querer a una persona más allá de cualquier raciocinio y desear que tenga todo lo que quiera por mucho que te destroce, es amor. Y cuando amas a alguien, eso no se olvida nunca. Aunque la gente se burle de ti o te llamen loco entonces aun así más que nunca, no te rindes nunca porque si me rindiera, si siguiera el consejo que me están dando todos y pasara página y buscara a otra persona, entonces eso no sería amor, eso sería alguna otra cosa desechable por la que no merece la pena luchar. 

Así que ahora veo que echarlo de menos no es malo, en realidad es perfecto porque hay que aprender a vivir con el pasado. Porque si lo olvidamos, nunca tendremos algo bueno, algo que nos hizo felices algún día, que pueda sacarnos una pequeña sonrisa en un momento difícil. En 43 días he aprendido que cuando algo acaba, nunca debe acabar dentro de nosotros. Y por fin, puedo escribir porque me siento bien.