No se si te habrás dado cuenta de que la temperatura de mi sangre
asciende cada vez que me sonríes. Mi piel se vuelve pálida y roja al mismo
tiempo, y mis ojos se iluminan como faros en la noche. El viento choca con tu
olor y lo desliza lentamente ante mí. Me acaricia las mejillas y por un
momento, siento que el tiempo se detiene. Las manillas de cada reloj cercano
paran de girar y girar a cada segundo. Tus suspiros hacen cosas inexplicables
si se acercan a mi cuello. Mientras, tus caricias suben y bajan por mi espalda.
A tu lado cierro los ojos y cada segundo, de esos que los relojes ya habían
olvidado marcar, me hace más y más feliz. Y me fundo en tus pupilas mientras
éstas se pierden entre el marrón de mis iris. Y creí saltar hacía lo infinito
cuando tus labios entraron en contacto con los míos. Y susurré, gritando en
silencio, un te quiero de tal manera, que cuando quise darme cuenta, en tu
garganta retumbaba el yo más que ibas a pronunciar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario